comunicado #8


Casas de revista
texto por AG

Publicidades y publirreportajes que dan cuenta de la idea de casa [y un poco con cierta intención de hogar], se suceden unos a otros, a una velocidad solo cuantificable por el valor de estos mismos espacios, fotografiados como sueños a realizar por un público expectante de obtener la calidad y cantidad de vida sólo ofrecidas y conseguidas a partir de dichos imaginarios, convertidos en publicidad. Televisión, revistas, internet e incluso la radio, impulsan a una compra desmesurada y caótica, sin límites ni principios, la cual pretende cargar de infinitos enseres cada uno de los hogares medianamente consumista de la llamada aldea global.[1]

Es así como la identidad y de la misma manera, la transformación propia que predica el arquitecto con un mínimo sentido común, quién entiende que las cosas se ven maceradas y alteradas por el esfuerzo propio y originalidad de cada habitante, encuentran soluciones de mutación, gracias a parámetros de diseño económico, prototipico, repetitivo y generalizado; dónde las grandes superficies comerciales incluyen en sus góndolas, escaparates, muebles y nuevamente superficies, cientos de objetos útiles e igualmente inútiles, por los que nuestros ojos se desbordan de envidia y lujuria material. Es precisamente en estos lugares: fotogénicos e idealizados, dónde nuestra imaginación recrea los pocos mts2 con los que cuenta nuestra casa, con cientos de nuevos objetos y tendencias, las cuales van desde el nuevo blanco, hasta el nuevo verde: el rosa, o quizás desde lo étnico y rústico ofrecido a partir de una colcha de infinitos hilos o de un mobiliario en rebaja, el cual a su vez, merece de un esfuerzo inmenso para entrar por la puerta de casa. Incuantificables objetos que se renuevan temporada tras temporada y son vendidos como por arte de magia, ofrecidos y distribuidos en infinitos lugares, permitiendo que la primavera entre a su hogar o que el invierno no lo tome desprevenido si tiene la perfecta chaise longue.

Ya lo decía Andrés Jaque en una entrevista al periódico El País de España: “Las grandes renovaciones de nuestro entorno son anónimas o colectivas: Las casas de Europa las ha transformado Ikea". Afirmación cuantificablemente tangible en ciertas esferas y situaciones, donde “[…] La arquitectura trata con cuestiones existenciales fundamentales. Toda experiencia implica los actos de guardar, ordenar, recordar y comparar. Una memoria incorporada tiene un papel esencial como la base para el recuerdo de un espacio o un lugar. Transferimos a la memoria encarnada de nuestro cuerpo todas las ciudades que hemos visitado, todos los lugares que hemos reconocido. Nuestro domicilio pasa a integrarse en nuestra propia identidad; pasa a ser parte de nuestro cuerpo y de nuestro ser”[2].

Es probablemente cierto que las casas estén inundadas de aquellos objetos de deseo que van desde los 3 hasta los 300 euros, quizás más o quizás menos. Dónde cada uno de estos enseres, objetos, artefactos y/o elementos cuentan en su silenciosa historia, un esfuerzo material y económico que grupos familiares e individuos ajenos, pretenden congregar en cada cosa: vendida por catalogo, en el super, en la tienda del shopping e indiscutiblemente en mil lugares más, dónde la serialización de las masas y de la masa lo hace posible: “La industrialización se producirá mediante la repetición de elementos separados. Esto permitirá producir en grandes cantidades y promover componentes a precios ventajosos con gran rentabilidad.”[3] Objetos que lejos de ubicarse en el ángulo exacto de la foto de revista, recrean para sus dueños y por consiguiente, habitantes del espacio, aquel sueño conocido a partir de una portada, visualizado en un comercial, añorado desde la última película de moda, entre otras situaciones alteradas por las luces de las cámaras y la vida sin cotidianidad que en ellas se recrea. Es por esto, que las cosas cambian de estado y situación cuándo pasan de la góndola a la registradora, luego a la bolsa o caja y de allí de alguna manera llegan a casa y se ubican y desubican, llenando de nuevas historias y cargando de valor aquellos enseres que como ya se decía pertenecen al mundo de lo repetitivo y serializado. Objetos y cosas las cuales a lo mejor en tiempos de mayor o menos crisis logran menguar las tristezas y conducirnos a un mundo más onírico que real, dónde se pueda convertir nuestra casa en nuestro reino, como más o menos vende Ikea su ultimo catalogo para la primavera 2009.
Un claro ejemplo de apropiación espacial, además de la vivencia propia de cada uno, puede darse en aquellas casas de muñecas, que a escala infantil, permiten una apropiación con el espacio en sus tres dimensiones y con cada objeto que lo conforma. Una idea deseada desde la infancia, de una vida donde todos y todo lo que la conforma es más que perfecto: los muñecos, los enseres, los colores combinados, el gato, el perro, el carro, la habitación con balcón, la cocina integral, el jardín; además de la familia estructurada y nuclear, una casa ideal, la cual transciende el juego infantil para convertirse en utopia de vida para algunos de pequeños y de grandes mantener esta idea a partir de las publicidades. Es así como surge un nuevo interrogante, a partir de la apropiación diaria del hombre en el espacio: cuando los platos se quiebran y las copas no encajan con los vasos, cuando el periódico queda tirado en alguna mesita, y los niños juegan y escriben sobre las paredes, cuando el cansancio de un día de trabajo permite la inmensa satisfacción de dejar los zapatos en algún punto intermedio entre el umbral de la puerta de entrada y cualquier lugar de la casa; “Nuestro domicilio es el refugio de nuestro cuerpo, de nuestra memoria y de nuestra identidad. Nos encontramos en constante diálogo e interacción con el entorno, hasta el punto de que es imposible separar la imagen del yo de su existencia espacial y situacional”[4].
Es por lo tanto y un poco para concluir por hoy, que es imposible vivir en aquellas casas de revista, dónde los zapatos tirados no se permiten, las casas de muñecas apenas si salen de sus cajas y las flores nunca están marchitas, planos en los que se ilustra esquemáticamente las divisiones espaciales pero nunca las relaciones personales.

La casa la que se convierte en la referencia por excelencia del espacio definido, del espacio habitado; donde el usuario, individuo o habitante, da lugar a un número de conjeturas inmensurables y propias de cada quién en su tiempo y lugar. Es así como las transformaciones de los espacios, son inmensamente significativas al interior de cada casa, en la qué se pone en juego un número de metros cuadrados inamovibles y habitados, con objetos que se atraen y se repelen, nuevos y de toda la vida, por las acciones individuales y la experiencia propia del habitar. Experiencia imposible de llevar a cabo sin la interacción con los otros [personas + objetos] y la sumatoria de una serie de eventos y situaciones dentro del imaginario habitable de una casa y por lo tanto todavía más imposible de lograr en una instantánea, dónde poco más interactúan el fotógrafo, su gente y los objetos a promocionar, cada uno con mil historias que contar pero que ocultar tras el lente perfecto de una publicidad más. Se podría concluir, en palabras de H. Broch que la casa esta en el centro de toda lejanía. Esta frase individualiza cada centro, dentro del espacio vivido, la permanencia y pertenencia a un lugar. Espacio cambiante pero altamente identificado con la personalidad de cada uno. Espacio propicio para albergar recuerdos y sueños, de lo construido y de lo que se construirá, del ahora que es pasado y el futuro que no existe.


[1] Término acuñado por el sociólogo canadiense Marshall McLuhan.

[2] PALLASMAA, Juahani. Los ojos de la piel. La arquitectura y los sentidos. Barcelona. Ed. Gustavo Gili, 2006.

[3] GROPIUS, Walter. Manifiesto. 1910 Tomado de: Salas Julián, producción flexible versus producción masiva: Arquitectura para las grandes necesidades. Revista a+t No. 10, 1997

[4]MONTEYS Xavier. FUENTES, Pere. Casa Collage: Un ensayo sobre la arquitectura de la casa. Barcelona: Ed. Gustavo Gili, S.A. 2001. p.16

2 comentarios:

Unknown dijo...

Siempre se ha mal-creido que la casa es ese idílico lugar del yo (o nosotros) donde se manifiesta el verdadero ser... sin embargo es otra cosa...Al menos para esta pobre cultura judio-vergonzante en la que he crecido, es la escenografía imperfecta que se crean los espíritus cortos para simplificar (generalizar) la imagen de si mismos. TODO POR NO COMPROMETERSE.
A.G. (?) Gracias por la cita. J.C. (¡)

::arquitectura guerrilla:: dijo...

juzgar apresuradamente el concepto de "la casa" es ser inconsciente con su historia y evolución!. no se trata de apoyar la idea de El Ser y su relación con el habitar de Heidegger ni el simplismo del genius locci de Norberg-Schulz; simplemente creer en espacios manchados y curtidos por el tiempo, recuerdos y herencias culturales que no evocan escenografías circenses. al final todos evocamos la idea materna de casa (como concepto).
ya es distinto las experiencias personales de no tener referencia de 'casa' como lugar y/o espacio de refugio (como puede ser su caso y deduciendo de lo que escribes).

pero, quién no se compromete???
los profesores, los alumnos, vos???
La necesidad de habitar siempre ha sido inherente del ser humano.

la cita: comentario desobligante de cafeteria
AG: arquitectura guerrilla

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